El almacenamiento como catalizador hacia la transición energética en México

Por Erika Ramírez, Analista Sr de Operaciones y Riesgo en Acclaim Energy

En lo que va del año, México ha enfrentado una serie de apagones y cortes prolongados en entidades como Nuevo León, Chihuahua y el Estado de México, derivados principalmente de fallas en la infraestructura de transmisión y la limitada capacidad de soporte del Sistema Eléctrico Nacional. Durante abril, se registraron apagones recurrentes en el norte del país vinculados a problemas de frecuencia, dejando temporalmente sin respaldo a diversos sectores industriales. Apenas unas semanas después, en mayo, fallas en subestaciones operadas por la CFE provocaron racionamientos de energía en zonas industriales clave, con pérdidas estimadas que superaron los 50 millones de dólares.

¿Qué haría su planta si mañana la red eléctrica no pudiera sostener su operación en las horas más críticas de producción? Lamentablemente no es una pregunta retórica, sino una posibilidad real en varias regiones del país donde la red está saturada, la infraestructura es limitada y los precios horarios varían de forma impredecible. En este escenario, el almacenamiento de energía ya no es solo una opción tecnológica, sino una pieza clave de la continuidad operativa.

En los últimos años, he acompañado a grandes consumidores de energía en México en el diseño de su estrategia de suministro, y si hay una conversación que empieza a repetirse con urgencia es la del almacenamiento. La tecnología ya no solo se plantea como una solución de respaldo ante apagones o la reducción de costos para recortar los picos de demanda, sino como una herramienta crítica para operar con flexibilidad y certidumbre en un sistema cada vez más tenso.

A pesar de que la tecnología está lista, y la necesidad es evidente, el marco operativo aún no permite aprovechar todo su potencial. Durante 2025 se han presentado avances normativos y señales en la planeación del Estado para la incorporación de Sistemas de Almacenamiento de Energía Eléctrica (SAEE), pero seguimos operando bajo reglas pensadas para un sistema pasivo, centralizado y predecible.

El primer reto técnico es la saturación de la red, visible en muchas regiones del país en donde simplemente no hay capacidad para interconectar nuevos proyectos. Entre 2021 y 2023, la red nacional de transmisión creció apenas un 0.1% anual, mientras que la demanda lo hizo a tasas promedio del 3.5% anual. Este desbalance limita la entrada de nueva generación renovable y también impide integrar infraestructura como los SAEE.

El segundo reto es la ausencia de un despacho inteligente. Aunque estas tecnologías pueden cargar y descargar energía de forma flexible, hoy el sistema las sigue tratando como elementos pasivos, no son reconocidas como un actor activo en los algoritmos de despacho, y la red eléctrica no contempla mecanismos para gestionar esta bidireccionalidad en tiempo real.

Aunque el PRODESEN 2024 reconoce el papel estratégico del almacenamiento con una proyección de 8.4 GW instalados hacia 2038, se trata de una planeación indicativa y no vinculante. No existen aún licitaciones, protocolos técnicos ni incentivos concretos para su integración efectiva.

Esto plantea una pregunta clave, ¿cómo se integra el almacenamiento a un sistema que no está preparado para él?

Un plan indicativo no cambia el sistema, pero la inversión habilitada por reglas claras sí puede hacerlo. Integrar SAEE requiere redes más robustas, digitalización del sistema, reglas claras de conexión que den certidumbre técnica y administrativa, y mecanismos de remuneración que reflejen su valor de respaldo, eficiencia y capacidad firme.

El reto no es solo técnico. Integrar almacenamiento en esquemas de suministro calificado exige que usuario, suministrador y proveedor tecnológico se coordinen. Hoy, los contratos asumen un consumo pasivo, pero cuando un centro de carga con almacenamiento transforma radicalmente su perfil operativo, al poder entregar y consumir energía de manera dinámica, obliga a los suministradores a reconsiderar cómo estructuran su portafolio de generación y sus coberturas de riesgo.

Por ejemplo, si un suministrador tiene compromisos fijos de compra con centrales de generación y su cliente modifica su perfil de consumo por cargar o descargar desde un SAEE, ese desbalance puede trasladar riesgos financieros. Esto obliga a rediseñar tanto los contratos como los modelos de perfiles horarios, distribución de responsabilidades y reparto de beneficios.

Un caso ya visible en el mercado es la disminución del Requisito Anual de Potencia (RAP). Aunque el Mercado de Balance de Potencia opera bajo una lógica ex post, los sistemas de almacenamiento pueden aprovecharse para reducir la demanda promedio en las 100 horas críticas del año, disminuyendo el volumen de potencia que el usuario debe acreditar. En 2024, el MW-año en el mercado spot superó los 4.9 millones de pesos, y su valor no ha bajado de los 3.0 millones en los últimos tres años, por lo tanto, hacer uso de estas tecnologías se convierte desde este momento en un factor clave que puede formar parte de la estrategia energética.

Otro ejemplo se presenta en regiones como Baja California o el sureste, donde la red presenta baja estabilidad, y el almacenamiento evita fallas y protege la operación de los usuarios.  En el norte industrial, donde la saturación limita nueva generación, permite aprovechar contratos indexados a precios horarios con diferenciales superiores a 800 MXN/MWh, y en el Istmo de Tehuantepec, donde hay capacidad renovable pero rezagos en transmisión, los SAEEs pueden actuar como puente operativo.

Hablar del retorno de inversión (ROI) de un SAEE va mucho más allá del ahorro por arbitraje. Está condicionado por variables inestables como los costos de energía horarios, precio de potencia, eficiencia técnica y condiciones contractuales, es por esto que, en la actualidad, diseñar estrategias que permitan un ROI corto es fundamental.

En el contexto internacional, también hay lecciones aprendidas. En países como Alemania, el almacenamiento ya es parte de la solución: participa en mercados de capacidad, servicios auxiliares y soporte en frecuencia. Allá se reconoce como activo crítico, la regulación acompaña a la tecnología y las decisiones empresariales se basan en la continuidad operativa. Aprender de esas experiencias sin esperar a que el sistema falle es la mejor estrategia.

En un mercado desafiante, el mayor riesgo no es exclusivamente tecnológico ni regulatorio, sino estratégico. Empresas que toman decisiones sin un análisis profundo, que contratan almacenamiento con proveedores poco especializados, o que adoptan la tecnología demasiado tarde, comprometen su operación. La improvisación, además de costosa, puede poner en riesgo la estabilidad del negocio.

Desde Acclaim Energy, lo que observamos es que el verdadero potencial del almacenamiento se activa cuando la estrategia, contratos y tecnología se diseñan de forma coordinada. Más allá de instalar equipos, se trata de transformar la manera en que se gestionan los riesgos, se distribuyen las responsabilidades y se optimiza el valor operativo. Al integrar almacenamiento de manera inteligente, no solo respondemos a un sistema eléctrico cada vez más exigente, sino que habilitamos una nueva etapa de autonomía energética para el usuario final.

Si en este camino surgen dudas, escenarios complejos o decisiones por tomar, recuerde que no está solo. En Acclaim, nuestra experiencia está diseñada para acompañar a quienes quieren avanzar con claridad, innovación y soluciones viables para proteger su negocio y a sus inversionistas. Transformar su estrategia energética debe ser desde una postura informada, respaldada y hecha a la medida.

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